martes, 16 de octubre de 2007

El Jaguar



El JAGUAR es el felino más famoso de toda América y se le conoce desde que los primeros europeos llegaron al Nuevo Mundo. Aparentemente, más que ágil parece robusto, a causa de su aspecto pesado y rollizo. Su peso oscila entre los 70 y los 130 kg.

El pelo de este animal es corto, espeso, suave y brillante, pero es más largo sobre la garganta, en la parte inferior del cuello, el pecho y el vientre. El color puede variar notablemente: el fundamental es el amarillo rojizo en casi todos los individuos y presenta a su vez zonas blancas en la región ventral, en la extremidad del hocico y sobre la cara interna del pabellón auricular. Además, el pelo aparece jaspeado por todo el cuerpo, en parte por manchas negras, pequeñas, redondas, alargadas e irregulares, y en parte por otras más grandes de forma anillada y que van del rojo amarillento al negro y en cuyo interior se encuentran uno o más puntos negros. En el dorso las manchas están dispuestas de tal manera que forman una raya irregular, que en la región del sacro se divide en dos partes: a cada lado del cuerpo forman rayas longitudinales, más o menos irregulares. Por lo general la hembra tiene un color característico, más pálido que el del macho. Los jaguares negros son muy raros, y sobre su pelaje oscuro apenas se distinguen las manchas.

Vive casi siempre en las orillas frondosas de los ríos y se detiene en los límites de los bosques próximos a lagunas y pantanos, donde la hierba y los juncos alcanzan más de dos metros de altura. Se le ve raramente en las llanuras abiertas y desnudas, que atraviesa tan sólo cuando se traslada de un lugar a otro. Si le sorprende la salida del sol se detiene en parajes de hierba alta y entre los matorrales más espesos, donde pasa el día durmiendo y reposando. Para sus rapiñas prefiere las horas crepusculares o las noches claras. No caza nunca de día, pero tampoco en noches muy cerradas.

El jaguar es un animal peligroso en todos los aspectos. Su andar y sus movimientos parecen pesados y lentos, pero cuando es necesario se torna ligerísimo y extraordinariamente ágil; posee una fuerza excepcional, análoga a la del tigre y el león.

Su alimento preferido son los grandes vertebrados, aunque no desdeña animales menores, como ratas y agutíes. Persigue entre los juncos a las aves de ribera, y es muy hábil para atrapar los peces que se hallan en aguas poco profundas. Parece ser que no retrocede ni siquiera ante los grandes caimanes y las serpientes. El jaguar es el peor enemigo de la tortuga de Arrau, a la que acecha en las playas, en los lugares donde pone los huevos. Cuando la ataca, la vuelve de espaldas para inmovilizarla, y después la abre utilizando las uñas como un bisturí. Como no se la come del todo, los indígenas aprovechan frecuentemente lo que queda de ella.

El jaguar persigue su presa por el agua o por el suelo, pero no se atreve a subir tras ella a los árboles, aunque trepa muy bien cuando se sabe perseguido.

Cuando le encuentra por primera vez, el jaguar evita al hombre, o bien lo observa con curiosidad, aunque desde cierta distancia; sólo muy raramente, en circunstancias del todo excepcionales, este animal se vuelve antropófago.

Este felino vive siempre en una determinada zona, mientras encuentra en ella comida y no se siente perseguido. Pero en cuanto la comida empieza a escasear, no duda en trasladarse a otra región. Siempre se desplaza de noche, y como es un excelente nadador atraviesa con facilidad los ríos más anchos.

En los meses de agosto y setiembre, durante el celo, machos y hembras se reúnen, si bien no permanecen mucho tiempo juntos. La hembra suele dar a luz dos pequeños, a veces tres. Los nacimientos se producen en los lugares más impenetrables del bosque o en cualquier hueco excavado entre las raíces de los grandes árboles. En los días que siguen al parto la madre no se separa de las crías, y si teme algún ataque las traslada a otro lugar, tomándolos con la boca. Cuida a sus pequeños celosamente, los defiende con ardor y se dice que persigue al enemigo que ha osado amenazarlos. Después de cinco o seis semanas, los pequeños jaguares siguen a la madre en las cacerías, al principio permaneciendo escondidos en cualquier arbusto, y después compartiendo con ella las emboscadas. Cuando alcanzan el tamaño de un perro de caza la madre los abandona a su destino. Los jóvenes se distinguen de los adultos en el color del pelo, aunque sólo hasta la edad de siete meses; después son iguales a ellos.

Los jaguares se pueden tener en una casa sin demasiado peligro; pero es necesario capturarlos jóvenes. Juegan a gusto con los perros y los gatos y, sobre todo con las bolas de madera. Se mueven con extraordinaria ligereza y agilidad. No tardan en reconocer a su guardián y manifiestan un vivo placer cuando lo ven.

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